«—Usted no puede celarme, Aleksander —dije suavemente, besando sus labios— Recuerde que no somos nada, por ende, no nos debemos ninguna clase de explicación.
—¿Con qué no somos “nada”, eh?
—Bueno, pese a todo lo sucedido... Podríamos ser amigos. A mí me gustaría ser su amiga.