He mentido sí, te dije que no importaba que te fueras, que no te quería volver a ver, pero moría porque voltearas y me abrazaras y me dijeras que jamás te ibas a ir de mi lado y tan solo seguiste tu camino sin voltear atrás.
Tenemos un café pendiente, un abrazo, dos besos, un amanecer y un atardecer, una lectura, dos canciones, una para bailar y la otra para cantar, una película y toda una vida juntos.
Hace tiempo tú y yo nos contábamos todo, sabíamos que sucedía en nuestras vidas y sentíamos explotar el corazón de amor... y hoy no sé si vives o mueres.
Qué se hace con todo el amor que le tienes al amor de tu vida y él decide irse sin despedirse, nadie habla de ese duelo, de ese hueco que dejan en su partida, dejando el corazón lleno de amor y el cerebro lleno de decepción y dolor.
Cómo odio seguir esperando a que me escribas, ver una cuenta nueva e ilusionarme con que eres tú, no perder esa maldita esperanza de que me sigues amando y que deseas volver a mí.
No se trata de olvidarte o de borrarte, sino de pensarte y que ya no duelas, de recordarte y no romperme, de escuchar nuestras canciones y saber que mi corazón sigue completo.
Y de pronto llega un día que no esperas ese mensaje, esa llamada, ese beso, ese abrazo, a esa persona y bueno comienzas una nueva vida sin depender de nadie.
Y te perdoné, no por ti, sino por mi paz, no te odio, a pesar de que lo mereces, pero jamás podría odiar a quien me hizo sentir el cielo en el infierno.
Lo tuyo y lo mío iba mucho más allá de lo carnal, de lo físico, era de otras vidas y lo sabes, quizá por eso te dió tanto miedo amarme con esa intensidad.
Y siempre fuiste tú, en las madrugadas, en el amaneceres, en la soledad, en mis cantos, en las lecturas, en mis sueños, en mis alegrías, en las lágrimas, en mis deseos...y siempre serás tú.
Dejé de hablarte, pues ya no contestabas, dejé escribirte, pues ya no leías, dejé de buscarte, pues no querías que te encontrará, dejé de amarte, porque comencé a amarme.