🇧🇷⛔️ Hay portero, @victoraznar5.

💛| El pasado fin de semana, nuestro equipo se unió en un emotivo minuto de silencio en memoria de un familiar de nuestra jugadora Antonia Pérez. Porque en esta familia cadista, nadie está solo en los momentos difíciles. Mucho ánimo, Antonia. Estamos contigo. #FamiliaCadista

-Dicen que en el colegio donde echábamos las tardes jugando al fútbol quieren hacer ahora pisos. -¿Y el descampado? ¿El que quedaba justo enfrente de la plaza? -Ah, allí levantaron una torre de viviendas de lujo. El cabeza me iba desgranando los cambios en el barrio, que conservaba la silueta, algunos recuerdos, las líneas superficiales, pero del que no se reconocían las entrañas. En el almacén de Perico un supermercado exprés. En el ultramarinos, una cadena de precios bajos de productos de alimentación. En la ferretería, una franquicia de cafés a cuatro euros. Y en la esquina del videoclub, una lavandería con consignas para maletas con un nombre en inglés impronunciable para la mayoría de los vecinos. -¿Y el Gallero? Se fue a Inglaterra, a fregar platos, hace quince años y ya se casó, tuvo una niña y se quedó por allí. Suele venir quince días en verano. -¿La Tami? En otra ciudad. Donde se fue a estudiar. -¿El Isi? Se tuvo que ir porque aquí no le daba para el alquiler. Cada vez hacían más casas, más ladrillos y, sin embargo, quedaba menos gente de la adolescencia y la infancia. Las calles se parecían a otras calles, a todas las calles. A muchas calles de cientos y miles de kilómetros de distancia. El ruido también era el mismo al de tantas partes impersonales del mundo. No crujían las pieles metálicas de las barajas, ni la campana que producía el choque entre dos bombonas de butano retumbaba en el silencio de la mañana, tampoco los cordeles se desperezaban mientras tendían la ropa blanca y limpia al sol. Decir que aquello era peor que antes faltaba a la verdad. Porque el pasado también tenía sus miserias. Pero si nos hubieran dicho en las madrugadas de la recién estrenada juventud cuando llegábamos a nuestros bancos manchados de nombres, grafitis y frases de rebeldía, tan borrachos de hormonas, alcohol y carcajadas, que aquello se trataba del progreso, hubiéramos negado con una sonrisa triste mientras nos echábamos las manos a la cabeza. Porque aquello quedaba lejos de las promesas.

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