Hoja nº 12 Rovirosa #ClippedOnIssuu via @Issuu

Cada día señala para cada persona una parada en las horas de sueño, para que quede bien marcada su discontinuidad. Una interrupción total, para que quede bien patente que la vida de hoy queda cortada de la vida de ayer.

Cada día es el principio y la semilla de una nueva era, que no terminará hasta el fin del mundo.

Cada día es un fin y es un principio. Cada día es un resumen y una síntesis de todos los días que le precedieron en la historia de la humanidad.

Le falta convertirse a Cristo, que, además de Camino, y de Verdad, es vida. A esta vida de Cristo hemos de convertir (sin descanso ni tregua) nuestra miserable vida, en una conversión permanente, para que se realicen en nosotros las promesas.

Aquel que dice: yo voy a Misa en las fiestas y comulgo; hago que mis niños tengan instrucción religiosa, no hago mal a nadie, no mato, ni robo, ya soy un buen cristiano; Este tal todavía no ha iniciado su conversión; está en la zona de cumplir los preceptos.

La conversión es un proceso de cada día, tendiendo a dejar de lado lo que nos aparta de Cristo, y reemplazarlo por lo que acerca a Cristo. Esta conversión es esencialmente vital.

La conversión «oficial» no es, en realidad, más que el primer paso (seguramente el más importante) para la conversión «definitiva», que tiene lugar en la Iglesia Triunfante, pero no en este mundo.

La acción instrumental de un hoacista, de un libro, de un sermón..., es la misma para todos, pero cada una «sacará» resultados diferentes, según sea su situación personal, completamente independiente de la acción del instrumento.

Los instrumentos de conversión son infinitos y de todo orden, categoría y naturaleza; la Gracia lo aprovecha todo. Pero el instrumento no puede pasar de instrumento.

Nadie convierte (conquista) a nadie, sino que cada uno se convierte a sí mismo cuando usa su libertad para dejar paso libre a la Gracia.

La HOAC no existe solamente para que vuelvan a Cristo los obreros que están apartados, sino también para que no se aparten los que están con Cristo.

El nacido una sola vez es como todo el mundo, haga lo que haga, y diga lo que diga. El nacido dos veces, si se conserva vivo, en cuanto a los dos nacimientos, es Cristo, haga lo que haga y diga lo que diga.

El «nacido de nuevo» no se diferencia de los demás en su manera de hacer y de decir, sino (fundamentalmente) en su manera de ser.

El primer nacimiento (el común a todos) es totalmente independiente de la propia voluntad. El segundo nacimiento (en Cristo) por el agua también suele serlo. El primero dura unos segundos y a otra cosa. El segundo, también es rápido, pero en cuanto al Espíritu dura toda la vida.

El significado del Bautismo es la renuncia a la Ley del Pecado para seguir la Ley del Amor.

La Verdad fue, es y será sólo una: La puerta es angosta y la senda áspera y estrecha, y son muchos los que no aciertan con la una ni con la otra. Verdaderamente, la Cruz no es un lugar hecho para estar cómodo.

Cuando uno ha hecho profesión de unirse a Cristo, se ha de seguir la dirección que han seguido todos los Santos, que consiste en esforzarse en todo momento para que el propio vivir se modifique y adapte al vivir de Cristo, sobre todo en la humildad de corazón y en el Amor.

Lo que hay que vigilar con el máximo cuidado — haciendo Encuestas constantemente— es no sumergirnos y engañarnos en una ilusión que nos haga creer que marchamos hacia el centro, mientras la realidad es que nos apartamos de él.

Los dos enemigos son: la indiferencia, ante este sentido «vital» de la vida, y la ilusión.

El peregrinar sobre la tierra, en definitiva, consiste en dar sentido a la marcha: o hacia el centro, y en esto consiste la santificación, o en sentido contrario. Por eso la vida religiosa no puede consistir en un «estar», sino en un «ir».