🔴 FORNADA OBRERA FEMINISTA A les corts, assenyalem l'església del remei i el seu antic capellà, per ser membre actius dels discursos antifeministes i feixistes. 🔥 Davant l'antifeminisme, més organització! 🌐

¿Y por qué digo esto? Porque el buenorro tiene opciones y como varón, es casi imposible que sólo se quede con una hasta que madure, más allá de los 35 años lo más seguro. Así que chicas, elegid bien, porque dejar pasar el tiempo y que se pase el arroz, también es una elección

Puestos a hacer el ganso los negros baptistas y su góspel lo hacen mejor que los hakunas, con el agravante que estos últimos profanan un templo sagrado y los baptistas y pentecostales hacen sus espectáculos en un barracón, más o menos lujoso, pero sin consagrar

Puestos a hacer el ganso los negros baptistas y su góspel lo hacen mejor que los hakunas, con el agravante que estos últimos profanan un templo sagrado y los baptistas y pentecostales hacen sus espectáculos en un barracón, más o menos lujoso, pero sin consagrar

Lo diré de forma categórica y sin titubear: Dios no es igualitario. El Señor, en el orden natural, nos ha creado a todos diferentes; en el Juicio, no retribuye a todo el mundo con los mismos premio y castigo; incluso, pese a que su amor es universal, no nos ama a todos por igual. Soy consciente de la "repugnancia" que debe provocar esta última afirmación en los católicos igualitaristas y democratistas, tanto en los de tendencia liberal como en los izquierdistas, pero santo Tomás de Aquino enseña que, si alguien es más bueno o santo que otro, este hecho manifiesta también que Dios lo ama más, pues su divino amor es causa de la bondad de los seres (cf. S. Th. I, q. 20, art. 3). Por lo tanto, no debemos despreciar, sin más, la desigualdad, como si ésta fuese algo substancialmente pernicioso. Las naciones y sociedades contemporáneas, por el contrario, buscan utópica o distópicamente -según como se mire- el "equilibrio perfecto" o la "igualdad perfecta", al contemplarla erróneamente como un bien o fin en sí misma, sea cual sea su modalidad, a saber, igualdad política, económica, jurídica, religiosa -como si todas las religiones fuesen verdaderas o todas fuesen falsas-, de género (!), de oportunidades, de clase, etc. Sin embargo, considero que hay que perseguir primordialmente la "armonía social"; y, en un segundo momento, una "sana igualdad", o sea, el "sano equilibrio" de la "equidad" propia de la justicia, que no anule la "sana diferencia" y se limite, por ende, a combatir exclusivamente la "insana desigualdad", engendrada ésta por la iniquidad. En efecto, el Señor nos quiere "desiguales", porque, cada uno, desde sus diferencias particulares -las naturales especialmente, pero también las sociales y económicas-, puede contribuir activamente al armónico gobierno de la Divina Providencia; sin diferencia, de hecho, no hay armonía posible. Al respecto, he aquí un iluminador pasaje de Gustave Thibon, en el cual me he inspirado: «Por encima del equilibrio está la armonía; por encima de la balanza está la lira. [...] La armonía exige la desigualdad. Cada cuerda de la lira emite un sonido diferente y la justa proporción entre esos sonidos constituye la belleza de la música. Ya no se trata de fuerzas opuestas que se anulan recíprocamente, sino de una concordancia interna, de una convergencia espontánea entre elementos que escapan a la gravedad. Los más altos valores humanos (la belleza, el bien, el amor, etc.) proceden de la armonía más que del equilibrio. [...] La gran tara de nuestra vida política, social y económica es que todo depende en ella del equilibrio mucho más que de la armonía. [...] Los verdaderos jefes no son unos equilibristas, sino "armonizadores" que aseguran la concordia [...] En el orden social, el equilibrio no basta nunca para producir la armonía» (G. Thibon, "El equilibrio y la armonía", Madrid: Rialp, 1978, pp. 118-120). En definitiva, el actual y forzado "equilibrismo social" -y eclesiástico también- sólo busca "erradicar las diferencias", anulando las fuerzas, como ocurre en una balanza equilibrada, cuando el fiel está centrado. No obstante, la "envidia igualitaria" únicamente engendra despiadadas rivalidades entre las clases y grupos sociales, incluso entre el hombre y la mujer, hecho que demuestra que el afán por el "puro equilibrio" o "equilibrio radical" es tiránico; más que suscitar el orden en la sociedad, la está "atomizando" aberrantemente.