Me tiré un pedo en el tren a la altura de claypole, la flatulencia ya se habia vuelto incontenible. Un nene empezó a gritar: ¡que olor a pedo!. Lo miré, le guiñé un ojo, le tiré un sh cómplice con el dedito. Me señaló y empezó a decir fue el. Conclusion: Los niños son crueles.